miércoles, 22 de agosto de 2012
AL BORDE DE LA OSCURIDAD
El pasillo era gélido, como el más horrible de los inviernos. Pero, ¿qué hago aquí?. No debería estar aquí, la enfermera no me permite siquiera levantarme de mi litera. A mis espaldas solo se hallaba la eterna oscuridad, y al final del extenso camino alcanzaba a ver una pequeña luz. No sé qué hacer, siento un temor que viaja de mis pies hasta mi perturbada mente. Mi miedo aumenta descontroladamente al darme cuenta de que no hay techo. ¿Qué es este lugar?. Mis rodillas tiemblan y mi corazón se acelera. Siento un horrible abucheo que viaja a través de mis oídos, como si un explosivo hubiese logrado su cometido cerca de mi. Un desagradable crujido me hace perder el equilibrio y me obliga a aprisionar mi cabeza con mis manos, como un intento desesperado para detenerlo. Caigo en mis rodillas. Ese extraño crujido de huesos rotos no se detiene. Mi respiración se vuelve violenta, mientras mis ojos se desvían buscando una posible explicación a esta nueva realidad, de la que no me podía acostumbrar. De pronto, como una respuesta a una complicada pregunta, recuerdo algo: La salida. Me pongo de pie como si mi vida dependiera de ello. Corro sin importar el cansancio, necesitaba salir de allí. La ansiada salida estaba cada vez mas cerca. Ante mi posible logro, las paredes parecen enfadarse y se despedazan con cada paso que doy. A mitad del recorrido, la luz repentinamente desaparece. Todo vuelve a ser oscuridad. Una voz a mis espaldas dice mi nombre. No le presté atención, no tengo la suficiente valentía como para dar la vuelta y hacerle frente a lo que sea que estuviese ahí. No pasan mas de tres segundos y siento otra voz, distinta, que dice también mi nombre. Aquellas voces se transforman en unos diabólicos susurros que invaden nuevamente mi ya destrozada cabeza. Se hacen cada vez más y más fuertes. Mi desesperación se transforma en enojo, cierro mis ojos y vocifero con todas mis fuerzas una sola palabra: ¡SILENCIO!
La tortura termina, como escuchando mi agresiva petición. Pero aún no abro mis ojos, no quiero hacerlo, siento una inexplicable paz. Aun así los abro con la esperanza de haber ya despertado de este aterrador delirio. Mientras los abro siento una agradable calidez en mi rostro. Doblo mi cuello y dirijo la mirada directamente al techo, para comprobar si eso al menos había vuelto a la normalidad. No me equivoqué.
El suave calor provenía de un parpadeante foco de luz. Me siento mas tranquilo. Bajo mi perspectiva, esperando que todo el resto también hubiese vuelto a la normalidad. Pero, en lugar de eso, regresó todo el temor, el asombro y la angustia.
Las paredes están hechas de piel humana recientemente desgarrada, sangran y gritan de sufrimiento. Mis pies están húmedos, inocentemente creí que era agua, pero el piso está inundado de sangre. No alcancé a comprender lo que estaba observando, en el fondo, donde las luces no se atreven a llegar, se escuchan pasos. Las pequeñas olas del líquido en mis pies, me dan la señal de que algo se acerca, y no puede ser bueno.
En ese momento descubro el terror en su forma ostensible. No tengo una palabra definida para interpretar lo que se está acercando.
Apenas mueve las piernas, arrastra sin fuerza los pies, es delgado y enorme. Retrocedo un paso al descubrir que "eso" no tiene nariz ni ojos, su cabeza está cubierta por alambres de púa. Emite un escalofriante sonido, su respiración constantemente se obstruye, como si su garganta estuviese completamente cerrada. Su torso está cubierto de una infinidad de rostros humanos chillando de dolor. Su cuerpo está repleto de cortes y magulladuras que no dejan de expeler sangre. Avanza lentamente esperando agregar mi cabeza a su asquerosa colección. Cuando estiró sus largos brazos, me dejé caer de espaldas, pero antes de caer al inundado piso, finalmente, desperté.
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